
La Navidad publicitaria de 2025 volvió a confirmar algo que en la industria ya sabemos, pero a veces olvidamos: no se trata de gritar más fuerte, sino de contar mejor la historia. En un año saturado de estímulos, descuentos disfrazados de emoción y fórmulas repetidas, algunas marcas lograron destacar no por exagerar el espíritu navideño, sino por entenderlo.
Las campañas que realmente funcionaron este año fueron aquellas que respetaron a la audiencia, confiaron en la narrativa y se atrevieron a hacer algo más que un “felices fiestas” genérico. Amazon y Chevrolet son dos ejemplos claros de cómo se puede conectar desde lugares muy distintos… y aun así acertar.
Amazon apostó nuevamente por convertir lo cotidiano en espectáculo con su renovada campaña “Five Star Theater”. Esta vez, el protagonista fue Benedict Cumberbatch, quien retomó el concepto que debutó el año pasado con Adam Driver: transformar reseñas reales de clientes en monólogos dramáticos al más puro estilo shakespeariano. Desde pijamas de pingüino hasta herramientas eléctricas, los productos más improbables se volvieron piezas teatrales cargadas de humor, exageración y cariño por el entusiasmo genuino de los consumidores.
Lo brillante de esta campaña no está solo en la ejecución; dirigida por Mike Diva y desarrollada por el equipo interno de Amazon, sino en el insight: en internet, la pasión por un producto puede ser absurda, intensa y profundamente humana. Al elevar esas reseñas a una puesta en escena teatral, Amazon no se burla de sus clientes; los celebra. La campaña se convirtió en el eje de su plataforma “Every Thing for Every Holiday”, desplegándose en redes sociales, streaming y transmisiones deportivas de Prime Video hasta el 22 de diciembre.

En el otro extremo del espectro creativo estuvo Chevrolet. Nada de humor exagerado ni artificios visuales: solo una historia bien contada. El spot navideño creado por Anomaly y dirigido por Lance Acord, sigue a una pareja que conduce su desgastada Suburban de 1987 rumbo a una cabaña familiar. Son padres con el nido vacío que, mientras avanzan por la carretera, recuerdan años de Navidades caóticas, ruidosas y profundamente significativas. El reencuentro con sus hijos adultos y su nieto cierra el relato sin necesidad de grandes discursos.
Ambas campañas confirman lo mismo: cuando una marca entiende el contexto emocional de la Navidad, no necesita exagerar. Solo necesita ser honesta.
Si hubo una tendencia que se volvió imposible de ignorar en la Navidad de 2025, fue el uso y abuso de la inteligencia artificial. La promesa era clara: producir más rápido, más barato y con una estética impecable. El problema es que muchas marcas confundieron eficiencia con emoción.
Algunos anuncios parecían salidos del mismo molde: familias demasiado perfectas, luces irreales, movimientos casi robóticos y una sensación general de artificialidad que chocaba con la expectativa emocional de la temporada. El caso más comentado fue el de McDonald’s, cuya campaña navideña generada en gran parte con IA fue criticada por sentirse fría, genérica y desconectada del ADN de la marca.

No fue tanto una cuestión técnica, la calidad visual era alta, sino narrativa. La IA resolvió el “cómo”, pero nadie pareció detenerse lo suficiente en el “por qué”. El resultado fue un anuncio correcto, pero olvidable; bonito, pero vacío. En una temporada donde la gente busca identificación, nostalgia o incluso imperfección, la perfección sintética jugó en contra.
Esto no significa que la IA no tenga lugar en la creatividad publicitaria. Lo tiene, y cada vez más. Pero 2025 dejó una lección clara: cuando la tecnología reemplaza al criterio creativo, el resultado se siente hueco. La audiencia lo nota y sobretodo lo penaliza con indiferencia.
Más allá de aciertos y tropiezos, hubo campañas que lograron algo cada vez más raro: quedarse en la memoria colectiva. No necesariamente fueron las más virales ni las más comentadas, pero sí las que entendieron que la Navidad es, ante todo, repetición, ritual y emoción compartida, como lo sigue haciendo Coca Cola con su más reciente anuncio navideño acompañado de la canción “Feliz Navidad” de José Feliciano.
Marcas que apostaron por jingles bien construidos, historias simples o conceptos que se desarrollan año con año demostraron que no todo tiene que reinventarse para funcionar. A veces, volver a lo esencial es el verdadero riesgo creativo. Un buen jingle, una historia reconocible o un personaje que regresa puede ser más poderoso que cualquier tendencia pasajera, como también lo hizo Apple con su anuncio navideño “Fuzzy Feelings”.

Estas campañas funcionan porque no buscan sorprender a toda costa, sino acompañar. Se integran al ruido navideño sin competir agresivamente con él. Y en un entorno saturado, esa suavidad se convierte en fortaleza.
En Barfly creemos que las mejores campañas navideñas no son las que intentan “vender Navidad”, sino las que entienden qué significa hoy ese sentimiento. En un mundo acelerado, fragmentado y saturado de estímulos, la creatividad que realmente destaca es la que se toma el tiempo de escuchar, y eso, incluso en Navidad, sigue siendo el mejor regalo.
¡Felices Fiestas!